DIEGO ARATH ORTEGA RIVERA

  • He estado en diferentes congresos enfocados por parte de múltiples Partidos políticos en temas de formación desarrollo de Político de Mexico e integración de jóvenes a la Política.

 

  •  Estudie Canto, (opera por 3 años) y me presente en múltiples auditorios, el más destacable fue con la orquesta Juvenil de la Ollin Yoliztli, formando parte del coro

La modernidad liquida y las escaleras eléctricas Pt.1

Hace unos días me toco ir a la oficina como cada lunes en un traslado que no toma más de 20 minutos en un automóvil, sin embargo, por el cierre de una avenida primordial en mi camino considere utilizar el metro como la alternativa más rápida. Al salir del vagón ya en la estación correspondiente a mi trabajo me percate de una particularidad; en las escaleras eléctricas la mitad de las personas se colocaban del lado derecho manteniéndose inmóviles, en espera de que estás terminen su recorrido, por su parte del lado izquierdo van todas aquellas personas que no están dispuestas a esperar (ya sea por prisa o simple gusto) y prefieren acortar el tiempo que les tomaría subir caminando sobre las mimas, esto abrió una duda en mí:

¿Acaso las escaleras eléctricas no están pensadas para acortar por si mismas el tiempo que nos tomaría subir a diferencia de las escaleras estáticas? Y,

Modernidad liquida” un principio acuñado por Zygmunt Bauman en su libro “tiempos líquidos” (2007), el cual nos plantea los puntos clave para poder entender este fenómeno, del cual resaltamos la velocidad de los avances tecnológicos, pues el mismo Bauman en el Documental “La teoría sueca del amor”, nos clasifica como personas “offline” y “online”, conceptos que son una respuesta a la inmediatez con la que poco a poco, conforme más avanza el tiempo dejamos ver como es que entrelazamos estos dos tipos de personas, permeando en los aspectos más comunes de nuestro día a día.

La línea de diferencia que hay entre nuestra persona “offline” y nuestra persona “online” se ha reducido a una simple pantalla con un tiempo de refresco de no más de 10 segundos y un tiempo de concentración que pasa de los 8 segundos para cambiar al siguiente TikTok, Story, o quitar esa publicidad del video de Youtube después de 5 segundos. 

Esa delgada línea que nos separa de el mundo offline y el online ya no marca la diferencia en la necesidad que tenemos de reducir el tiempo en el que hacemos cualquier actividad. Sin salir del metro, lo estamos viviendo pues cada día vemos gente asomándose para poder ver si la luz al final de ese enorme túnel negro es la del próximo tren, aunque eso no hará que este aumente o disminuya su velocidad, el tiempo promedio de tres minutos de espera por estación se ha vuelto un martirio, claro está que hay muchas deficiencias en este sistema de transporte, sin embargo, eso no demerita el ansia por llegar cada vez más rápido a nuestro destino.

Hemos llegado al punto de que sin querer o tal vez con querer sacrificamos nuestra energía con tal de reducir el tiempo en el que subimos una escalera eléctrica, una herramienta ya de por si hecha  para reducir nuestro tiempo y  esfuerzo, al grado de ser ineficiente para el ritmo de nuestra actual metrópoli, lo cual lejos de considerar si es bueno o malo, tal vez deberíamos detenernos a pensar sobre, ¿cómo es que si buscamos reducir el tiempo que nos toma hacer algo tan sencillo, seguimos sintiendo que no nos alcanza el tiempo..?

LA MALQUERIDA

Era la tarde, no se como lo sabia, no había visto el sol desde la 1, lo presentía, que sabía que se acercaba la hora, pero no era como otros días, esta vez se acercaba más la despedida, mire reloj y efectivamente 5 minutos para las 7.


Siempre odie esa hora, era el momento en que te ibas y no volvía saber de ti, no lo podría llamar “martirio” porque siempre era la misma historia; te ibas pasaban días, no sabia de ti a menos que te llamara. Una llamada dulce y sutil que me hacía sentir que como si el mundo se detuviera en tu voz, los minutos eran equivalentes a cada oración que decías, tú voz se volvía como el álbum que escuchaba al llegar a casa de joven, eran las mismas canciones que sabía de pie a pa, pero, siempre volvía a escuchar.
Amaba esa monotonía, pero a la vez era la incertidumbre la que rodeaba cada sensación que me abordaba. 


Esta vez sabía que era la última que te vería, estaba feliz, tomaba cada minutos que podía estar contigo y me aferraba, me aferraba a esa felicidad, no dejaba escapar ni un momento, cada segundo lo hice horas, cada hora de eran días. Sentía a la luna acurrucarme y al sol abrazarme con cada rayo. Podía sentir una vida acabarse, era como si la muerte me llegara por detrás, se acercara al oído y me dijera con una voz sutil “es hora”.


Era la hora de decir adiós y mis manos te decían “quédate”, mi piernas corrían hacia ti, mientras mi voz se alejaba de mi cuerpo, mis ojos ya te buscaban y mi corazón, ese pobre, poco a poco sentía como cesaba, como si se clavaran tus palabras “adiós chiquito” como una canción triste, de esas que he cantado mil veces.


Sabía que no era tarea difícil olvidarte, pero no pensaba en el futuro, solo me concentraba en sentir mi último aliento de amor que susurran tu nombre, mi último aliento que susurra Aranza.