TANNIA CALDERÓN ÁVILA

  • Atleta de alto rendimiento. Entreno principalmente salto de altura.
  • Participo en 100 y 200 m planos.
  • Ingeniera industrial en la Universidad de las Américas Puebla. – Beneficiaria de la beca Baden-Württemberg.
  • Estudiante de intercambio en Heilbronn, Alemania.
  • Me apasiona todo lo relacionado al arte: la música, la danza, el dibujo, la escritura

Una vuelta de 180 grados (primera parte)

— ¿Bueno?

— Buenas tardes, hablo desde la oficina internacional. ¿Hablo con Tannia Calderón? — Sí, ella habla.
— Perfecto Tannia, primero que nada me gustaría felicitarte…

Miré a Santiago, muy confundida. Ese día íbamos a recoger su pasaporte. Estábamos oyendo música, cuando repentinamente sonó el teléfono. Después de contestar la llamada oí algo que nunca esperé escuchar.

— … Tenemos una beca a la que te podríamos postular ¿Te interesaría irte de intercambio a Alemania por un año? Empezaría el siguiente semestre…

Cuando oí las noticias me quedé pasmada.Tras unos segundos pude soltar unas palabras.

— ¿Puedo pensarlo un poco más? ¿Me podría envíar esta información? — Claro, pero por favor, que la respuesta sea antes de las 15:00.

¿Antes de las 3 p.m.? ¿Así que sólo tengo 3 horas para decidir si quiero irme al otro lado del mundo? Después de llegar a la secretaría de relaciones exteriores les llamé rápido a mis padres. Realmente no esperaba nada. Esperaba que me dijeran que lo iban a pensar y ahí sería donde acabaría todo el asunto.

— ¿Papá, mamá? ¿Están ahí? Sé que va a sonar un poco extraño pero me acaban de ofrecer una beca para irme a Alemania por un año.
— ¿Y quién te la ofreció? — preguntó mi madre, en un tono un tanto desconfiado. Sin embargo, no la culpo, ¿quién me ofrecería una oportunidad de esa magnitud de la nada?

— La oficina internacional de la universidad — respondí.
Oí a mi padre acercarse al teléfono. — Agárralo. Una sola palabra que determinaría dónde estaría relatando este escrito.

Envié un correo aceptando mi postulación. A partir de ese momento miles de dudas invadieron mi mente: ¿cómo me iba a comunicar? ¿cómo iba a sacar la visa tan rápido? ¿cómo se iban a cubrir los gastos? ¿cómo iba a sobrevivir con el clima? en general.. ¿cómo iba a sobrevivir sola? Nunca había vivido sola. Era un cambio muy repentino y solo tenía 4 meses para prepararme.

Empecé a buscar todo lo relacionado a mi intercambio. Para poder realizarlo tenía que encontrar departamento, abrir una cuenta bloqueada y una cuenta corriente, hacer el registro a la ciudad, inscribirme a la universidad, escribir mis cartas de motivación, obtener una visa alemana (que consigo llevaba muchísimos trámites), activar una cuenta de seguro de gastos médicos, registrar mis materias… en fín, tenía que realizar miles de cosas. Sin embargo, eso no me iba a detener. Comencé a escribir una checklist que día tras día iba llenándose.

Uno de mis mayores temores era el poder comunicarme, pues realmente empezaba desde cero. No sabía ni cómo saludar o decir gracias. Comencé descargando aplicaciones, viendo videos de Youtube y buscando libros para aprender alemán. Recuerdo pasar horas en la computadora tratando de traducir palabra por palabra lo que leía en mis libros. De igual manera llegué a tomar clases en línea con una maestra en Bremen. Tomaba mis clases a las 10 de la noche, mientras mi maestra se despertaba a las 5 de la mañana para impartirlas. Sin duda esta fue la mejor etapa de mi aprendizaje pues iba subiendo rápido de nivel, a pesar de que únicamente estuve un mes con ella. Por supuesto, hubo una infinidad de cosas que me faltaron, pero lo que aprendí me fue de mucha utilidad, especialmente en mi primer mes.

Finalmente, tras marcar como completada la última cajita en mi checklist ya todo estaba hecho. Era momento de partir. Este cambio no solo marcaba un cambio de entorno, también representaba un reto emocional. Despedirme de mis padres, de mi hermana, de mi familia y amigos fue algo difícil pues no los vería en un año. No es mucho tiempo, pero considerando que no me había separado de ellos nunca antes hacía difícil la situación. Mis padres, a medida que se acercaba la fecha de vuelo, no podían dormir. Mi hermana, lo llevó incluso más duro, pues éramos inseparables. Empaqué tres o cuatro días antes de irme. Todo lo que hacía mi cuarto mí cuarto iba lentamente desvaneciéndose: ropa, zapatos, fotos y uno que otro libro. Bárbara, mi hermana, se encargó de llenar mi cama con juguetes y un pizarrón que mostraba: “Tiny llega en 338 días”.

Llegué al aeropuerto y le dí un último abrazo a mi familia. Tomé dos vuelos para llegar a Stuttgart, tardando 14 horas en total. Después de aterrizar me hospedé en el hotel Mövenpick por unos días, ya que había sido informada por correo que las llaves de mi departamento no me las podían entregar antes del primero de septiembre. Pasé esos días tratando de averiguar cómo se manejaba el transporte público en Alemania. Cerca del hotel había una estación de autobuses, por lo cual pasaba por ahí bastante seguido, tratando de estudiar sus rutas, viendo la pantalla y buscando si alguno me podría llevar a Heilbronn.

Además, fui a comprar mi tarjeta SIM, donde amablemente un trabajador me explicó los planes que ofrecían en inglés. Esta era una muy buena señal, pues varios de mis amigos que se encontraban estudiando en el extranjero me comentaron que la mayoría de los europeos hablaban inglés, y que siempre habría alguien para ayudarme si lo requería. De vez en cuando iba al aeropuerto, me resultaban muy interesantes las diferencias entre México y Alemania. Por primera vez veía un rollo de papel secamanos reutilizable: era un estilo de “toalla” larga la cual se retraía cada vez que se utilizaba. También me daba curiosidad cómo la gente apilaba botellas de plástico, que más tarde aprendí que serían utilizadas para intercambiarlas por monedas. Incluso el menú de McDonalds era algo diferente. Sabía desde ese momento que una de las cosas que más extrañaría de México sería su comida.

En el hotel investigaba cómo conseguir mi Anmeldung (es decir, mi registro a la ciudad) lo más rápido posible, pues esto se debía realizar tan pronto llegara. Un día antes del inicio de clases me dirigí a lo que sería mi hogar por un año: Heilbronn. Lamentablemente no había averiguado por completo cómo se utilizaba el transporte público, por lo que me quedaba alrededor de 10 minutos enfrente de la máquina, tratando de ver cómo se traducían las miles de opciones que me daba, cuántas zonas debía de elegir, etc. Después de comprar el ticket de la zona “Baden-Württemberg” (el cual ciertamente compré para no equivocarme) me metí a uno de los trenes metropolitanos, un S-Bahn, como me lo indicaba Google Maps. A diferencia del transporte público en la mayoría de las ciudades, no se debía verificar el ticket. Sin embargo, podía venir un oficial de boletos a checarlo, por lo que si no contabas con uno te pondría una multa muy costosa. Aún así me pareció curioso como en Alemania se confía plenamente en los ciudadanos, pues no había necesidad de verificarlo de antemano. Lamentablemente, al cabo de unos minutos me di cuenta que me había subido a ese S-Bahnsin saber realmente en qué parada debía bajar. No había utilizado antes Google Maps para moverme, por lo cual parecía una señora mayor tratando de encontrar dónde rayos debía bajar. Viendo las opciones qué tenía, decidí salir de mi zona de comfort y preguntarle a una señora joven si sabía cómo llegar a Hauptbahnhof (la estación principal). Por suerte, esa fue la mejor elección que pude haber hecho, porque me contestó muy cortésmente que ella también iba al mismo sitio y que me dirigiría sin ningún problema. Después de transferirnos por varios S-Bahn por fin llegamos a Hauptbahnhof. Debido a que la estación estaba en remodelación tuvimos que seguir una línea verde hasta la estación principal de trenes. Hasta ahora, eso había sido lo único claro, pues marcaban con colores los caminos que se debían de tomar dependiendo del tipo de transporte: Zug, U-Bahn, S-Bahn… al llegar a la estación de trenes la señora me indicó que para llegar a Heilbronn primero preguntará en “DB-Information”, cosa que realicé tan pronto me dijo. Tras obtener la primera conexión a Heilbronn me despedí de la señora y esperé atenta a la pantalla para ver cuándo llegaba el Regiobahn RB18.

Desde ese momento se empezaron a desmentir estereotipos alemanes que muchos mexicanos tenemos en mente, pues mi Regiobahn se había atrasado por unos minutos. De todas maneras, esto no presentó ningún problema pues únicamente tenía que subirme a ese tren para llegar a mi destino. Después de subirme al Regiobahn me di cuenta que este realmente era un nuevo comienzo, una nueva vida totalmente diferente a la que estaba acostumbrada.